En las afueras de la ciudad de La Romana, República Dominicana, se encuentra el Hospital El Buen Samaritano, construido por la fe de cristianos en dos países, de que la necesidades médicas y de salud de los moradores de los bateyes podrían satisfacerse con la ayuda de Dios y el compromiso de aquellos que estaban dispuestos a ser utilizados por El. El proyecto envolvió la labor y las oraciones de miles de personas; tanto profesionales como no profesionales. El dinero para sostener el proyecto en su gran mayoría era por pequeñas donaciones. Las construcción tomó un lapso de treinta años, y de hecho, continúa hasta nuestros días.

En 1986, un pequeño grupo, miembros de la Primera Iglesia Bautista de Abington, Massachusetts, E.U., en celebración de su centésimo aniversario, respondió a una petición de ayuda al Reverendo Jean Luc Phanord, un Haitiano misionero patrocinado por la convención Bautista de Haití. Él había establecido pequeñas iglesias en diferentes comunidades de bateyes alrededor de la ciudad de La Romana, en la costa sureste de la República Dominicana. Su objetivo era construir una iglesia madre más grande que llegaría a la comunidad Haitiana en la ciudad y a los moradores de los bateyes también.

El primer grupo de Abington estuvo dirigido por el Pastor Robert Hinckley y Rodney y Phyllis Henrikson. Rodney y Phyllis crecieron en Abington. Rodney luego de su graduación de la Universidad de Bates y Phyllis de la Escuela de Enfermería del Hospital General de Massachusetts, se casaron, criaron tres hijos, y eran miembros activos de la Primera Iglesia Bautista de Abington. Rodney tomó la pequeña granja lechera de su familia y la convirtió en un próspero negocio de producción de productos lácteos que atendía a clientes tanto mayoristas como minoristas en la ciudad de Boston y ciudades cercanas como Cape Cod. Rodney también sirvió a la comunidad en el comité de finanzas, como tesorero, y eventualmente como presidente de la junta concejal. También sirvió en la junta directiva del banco de ahorro de Abington. Fue tesorero de su iglesia por 25 años y le dio a las finanzas de su iglesia el mismo esfuerzo que le dio a su propio negocio y aseguro su solvencia por esos años. Todo lo que había logrado en su vida hasta ese momento parecía ser una preparación para lo que sería su vocación.


El grupo de la Primera Iglesia Bautista de Abington en 1986 fue respaldado por un gran grupo de Pennsylvania, el cual ayudo con la construcción de las paredes de cemento de la iglesia. El grupo de Abington trabajo en la construcción del altar, el área del coro y el balcón. La mayoría de los integrantes del grupo, cuyas edades oscilaban entre los 16 y 70 años, nunca se habían montado en un avión, ni mucho menos viajado fuera de los Estados Unidos. Como seria con muchos de los voluntarios durante las próximas tres décadas, sería una aventura en lo desconocido y una experiencia que cambiaría sus vidas para siempre.

Durante esa semana, el Pastor Phanord le hablo al grupo de la necesidad de una clínica médica que pudiera satisfacer las necesidades médicas de los trabajadores de las plantaciones de caña de azúcar y de los moradores de la comunidad de los bateyes. El Pastor Phanord invitó al Pastor Hinckley y Rodney Henrikson a asistir a la reunión anual de pastores Haitianos con los líderes del Central Romana Corporation cuando el Pastor Phanord le solicitó a la compañía un terreno para construir una clínica médica. Tenía la esperanza que la presencia de los dos Norteamericanos le iba a beneficiar en su petición.


El Central Romana no le dijo que “No” pero le pidió más información antes de tomar su decisión, es decir, un diseño arquitectónico, tarifas de ingeniería y costos de construcción. Por dos años Phanord y Henrickson se mantuvieron negociando con el arquitecto, negociaron hasta que se completaron los planos para una clínica de dos pisos y un hospital de cinco pisos. Henrickson sintió que era una oportunidad de oro para “Soñar en grande.” Una parte del dinero fue donado por iglesias en Massachusetts, Maine y Nueva York. Después que presentaron los planos pasaría otro año y los persistentes intentos de Henrickson de contactar al presidente del Central Romana antes de que diera el consentimiento verbal para que la Iglesia Bautista Misionera Haitiana Maranatha recibiera el título de la tierra. En medio de desesperación, Henrickson llamaba al presidente del Central Romana todas las mañanas hasta que él le dijo “La tierra es tuya.” Luego pasaron varios meses hasta que la escritura fue entregada a la iglesia.

En 1987, un equipo de la Primera Iglesia Bautista de Abington, dirigido por Earl Andrews ayudó a hacer el piso de la iglesia madre, y luego en 1988 Henrickson lideró un grupo de la misma iglesia para trabajar en los dormitorios para los misioneros en la Casa Pastoral. En la dedicación de la iglesia en 1989, a la cual asistieron Henrickson y tres otros miembros del primer grupo que trabajó en la iglesia. En 1990, la iglesia recibió el título de la tierra para la clínica, la tierra era un terreno baldío utilizado como vertedero por la comunidades cercanas, y al momento, ocupada varios cerdos. Algunos miembros de la Iglesia Maranatha limpiaron el terreno y empezaron con la excavación de los agujeros para la zapatas.


En 1991, el equipo de Abington volvió a República Dominicana y se dieron cuenta de que no se había hecho nada de construcción en todo el año. El grupo estaba tan desanimado que Henrickson se subió a una silla en el comedor y dijo “Aunque yo también esté desanimado, Dios nos ha dado una tarea que hacer y mañana en la mañana todos nos prepararemos y empezaremos el trabajo.” Y así lo hicieron. Ellos empezaron la construcción de la primera zapata; mezclando las bolsas de cemento en un mezclador con palas de arena, gravilla, agua y vertiendo la mezcla en las carretillas, las cuales eran empujadas hacia arriba y vertidas en los agujeros. Era trabajo duro, sucio y era realizado por amas de casas, adolecentes, maestros, pastores, ejecutivos bancarios, mecanicos, enfermeras y muchos otros profesionales; también trabajadores Haitianos, remunerados y no remunerados que trabajan junto a ellos. Esa semana, 100 bolsas de cemento fueron mezcladas y vertidas por el grupo de Abington. También fue ese el año en que Elsa Phanord y Phyllis Henrickson iniciaron lo que sería una parte esencial de la misión en el futuro, que fue la formación de grupos de médicos que iban a los bateyes cada dia a satisfacer las necesidades de salud de los trabajadores de la caña de azúcar y de los moradores de los bateyes.

Para 1992, la zapata para la primera fase de la construcción fue completada, y seguía la construcción de las columnas. Los miembros del grupo de Abington se subieron en escaleras improvisadas y pasaron cubo tras cubo de concreto hacia arriba “La escalera al cielo.” ¡Estar completamente salpicado por concreto mojado era la recompensa que todos esperaban al final del dia! La construcción de las columnas continuará por varios años. Cada año los miembros del grupo iban devuelta a los Estados Unidos y le decían a sus iglesias, compañeros de trabajo, compañeros de clases, familiares y amigos sobre la difícil situación de los trabajadores de la caña de azúcar y de los moradores de los bateyes en la República Dominicana; la desnutrición, enfermedades de la piel, hipertensión, anemias, quemaduras no tratadas, deformidades, desesperación y pobreza. Cada año los grupos misioneros eran más grandes y más diversos. Autobuses amarillos de escuelas eran comprados en los Estados Unidos y enviados a la Romana para transportar a grupos misioneros desde y hacia el aeropuerto y al hospital. Los grupos misioneros viajaban todos los domingos a los bateyes y participaban en los servicios de las iglesias en los bateyes.

Del primer grupo misionero de Abington, los líderes se prestaron y empezaron a traer sus propios grupos misioneros a La Romana; grupos de Maine liderados por Robert Beaumont y Tom Wright, cuyas habilidades empresariales y organizativas contribuyeron en gran medida el proyecto, Bob Beck y Bruce Bardon de Massachusetts, y John Powers de Wallingford, Connecticut. Los grupos médicos liderados por la enfermera Shirley Shuster acompañaron a cada grupo de Abington por años, yendo a los bateyes cada día atendiendo a más de 100 pacientes por día. Muchos miembros de los grupos repetían, incluyendo a Joshua Peppard de Maine que trabajo cada año como capataz de construcción de Henrikson.


En Febrero de 1996, el primer piso del hospital fue hecho por miembros del grupo de Henrickson y terminaron tan tarde que uno de los miembros pregunto cuando iban a ponerle luces a las carretillas. $60,000 dólares se recaudaron para el techo de ese piso, la mitad del dinero provino del un donante y el resto del dinero por los miembros del grupo y sus diferentes iglesias. En 1997, El Hospital General el Buen Samaritano fue dedicado en una celebración bien concurrida. Los primeros pacientes fueron atendidos por el Dr. Elihu Wing de Rhode Island en una pequeña área que estaba completada del hospital. También ese año, Moisés Sifren, un joven brillante y energético que había crecido en los bateyes, fue contratado como administrador del hospital.


La construcción del hospital se detuvo en 1998 por el huracán George, el cual devastó a los bateyes, destruyendo la casa de los trabajadores de la caña azucarera y las iglesias. Henrickson envío dinero destinado al hospital al Pastor Phanord, quien lo usó para comprar arroz y frijoles para los trabajadores de la caña azucarera y los moradores de los bateyes, muchos de los cuales se hubieran muerto de hambre sin ello. Durante los siguientes años, los miembros del grupo de Abington, con los miembros de los grupos de Maine, Connecticut y Nueva York, reconstruyeron varias iglesias de los bateyes, construyendolas de manera que resistirian futuras tormentas y proporcionarian refugio si era necesario.


En Noviembre de 2001, la comunidad Haitiana y los participantes de la misión fueron sorprendidos por la chocante noticia de la muerte del Pastor Jean Luc Phanord. Un servicio memorial fue celebrado en su nombre en Abington, Massachusetts con la asistencia de cientos de personas. En honor a un hombre que tenía completa fé en que Dios vería el proyecto hasta su finalización, el trabajo siguió adelante con el liderazgo y la dirección proveniente de los Estados Unidos, así como de la junta directiva recién formada.